Que por qué tiemblo, dice.
Se me debieron juntar el frío, el sueño, los grados y las ganas; pero estabas. Siempre me hablabas de una herida. La llamabas abismo. Decías que era tenerle miedo a la vida y a la muerte. Decías que era como: vacío. No te quería hacer más daño del que me iba hacer a mí, o del que ya me estaba haciendo, pero como vuelvas a sonreír de aquella manera tendría que utilizar mi mejor bah. De hecho lo hice.
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